Moho

14 diciembre 2006

OVEJAS NEGRAS ECLESIÁSTICAS

El Tribunal Penal Internacional para Ruanda ha condenado por genocidio y crímenes contra la humanidad al cura católico Athanase Seromba. Le impone una pena de quince años de prisión. El condenado estaba al frente de una parroquia en la localidad de Kivumu. Allí se refugiaron 2.000 tutsis huyendo de las masacres hutus. El cura ordenó el derribo de la iglesia con máquinas excavadoras, tras lo cual los pocos supervivientes fueron rematados. La Justicia ha considerado un factor agravante el hecho de que fuera un religioso muy conocido en su comunidad y en el que muchos feligreses confiaban. En 2001, Bélgica ya condenó a dos monjas a entre 12 y 15 años de cárcel por su papel en las matanzas ruandesas. Las hermanas colaboraron en el asesinato de al menos 5.000 civiles que habían acudido a pedir refugio al monasterio de Sovu. Varios testigos observaron cómo condujeron a los escuadrones asesinos a su refugio e incluso les dieron la gasolina para quemar el edificio en el que se encontraban las víctimas.

No son los únicos casos de clérigos ajusticiados. La lista de religiosos imputados por otro tipo de delitos es bastante abultada. Los casos de pederastia son los más sangrantes y estos días han vuelto a saltar a la palestra. Los abusos sexuales, por ejemplo, en la archidiócesis de Los Ángeles (EEUU) se cuentan por cientos. Pero las denuncias salpican, si bien en menor medida, al clero de todos los rincones del mundo: México, Austria, Irlanda... En España, el sacerdote de Aluche Rafael Sanz Nieto fue condenado recientemente a dos años de cárcel por la Audiencia Provincial de Madrid por un delito de abusos sexuales continuados a un niño de 12 años. El arzobispado, conocedor de los hechos desde el año 2000, guardó silencio y tapó el escándalo.

La Iglesia Católica niega lo obvio y oculta lo probado. Cierra los ojos ante un fenómeno que empieza a estar demasiado extendido y hace gala de un perdón injustificable, consagrando una impunidad que se hace repugnante. El delito de estos sacerdotes es aún más hiriente puesto que se ganan la confianza de los feligreses infantiles beneficiándose de su condición de elegidos por Dios.

Las excomuniones o repudios o castigos han sido irrisorios, mínimos. Afortunadamente siempre nos quedará la justicia terrenal, ante la inoperancia de los altos representantes de la divina.

12 diciembre 2006

¿QUÉ HACEMOS CON ISRAEL?


El primer ministro israelí, Ehud Olmert, reconoció ayer que Israel está entre los países que poseen armas nucleares. Fue un sonoro resbalón, un enorme lapsus linguae, algo que no querría haber dicho nunca porque rompe la estrategia de mutismo que rodea este asunto. El próximo jefe del Pentágono, Robert Gates, también incluyó la pasada semana a Israel entre las potencias nucleares de esa región.

En todo caso, a nadie sorprenden tales revelaciones. Muchos expertos y organizaciones internacionales han situado desde hace años al estado judío en la lista de las potencias nucleares más importantes del mundo. Gracias al famoso espía Mordechai Vanunu se llegó a calcular que tenía al menos unas 100 ojivas nucleares allá por los años 80. Vanunu facilitó hasta fotografías del reactor nuclear de Dimona.

A pesar de todo ello, Israel no ha recibido nunca ni inspecciones ni amenazas de sanciones. La ONU y la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) han adoptado desde 1987 un sinfín de resoluciones haciendo un llamamiento para que Israel firmara el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Israel ha hecho siempre oídos sordos y EEUU ha salvaguardado el secretismo de estado hebreo en materia bélica, haciendo gala de un doble rasero indignante. La Administración Bush ha dado severos toques de atención a países como Corea del Norte o Irán, advertencias que materializó en el caso de Irak. El régimen de Sadam Husein negó repetidamente que tuviera armas de destrucción masiva. Todo dio igual. Les bombardearon. Les invadieron. Les masacraron. Israel tiene bula.

10 diciembre 2006

LOA A LAS VÍCTIMAS


Mi padre "siente mucho dolor" por los desaparecidos y ejecutados, pero "no está dispuesto a un perdón nacional como quieren". Lucía Pinochet Hiriart, hija de Augusto Pinochet.


Hoy es el día de las víctimas; de todos aquellos que fueron torturados, hechos desaparecer y asesinados; de todos sus familiares, que quedaron impotentes, desolados, rotos de dolor e indignación.

Es el día de los que lloran cada vez que ven el rostro del carnicero, del ladrón, del violador de derechos humanos; de los que se estremecen con sólo oír su voz; de los que no han querido odiar eternamente porque ya no tenían fuerza; de los que con gran entereza se sobrepusieron a la adversidad y lograron continuar una vida marcada a fuego por la mano de un dictador desalmado.

Es el día de los que gritaron pero nadie se apiadó de ellos, de los que suplicaron clemencia sin que nadie tuviera compasión. Es el día de no olvidar o poner punto final porque todavía hay moradores de las cloacas chilenas que no han perecido junto a Pinochet, muchos aún más crueles y sanguinarios, más sátrapas y ruines, más viles y mezquinos, amparados por el anonimato, pero a la sombra del tirano. Es el día de quienes reclaman justicia, que no venganza.

Las lágrimas de los familiares, amigos y seguidores de Pinochet no dicen nada, no suenan, no mojan. No dan pena.

04 diciembre 2006

LA CENA SE DEMORA




A escondidas, una madre africana coge varias piedras del suelo, las mete en una cacerola con agua y las pone a hervir. Sus hijos pequeños, a distancia, metidos en una mísera chabola, contemplan cómo su madre les cocina la "cena". Quieren llenar sus estómagos vacíos que rugen de hambre. La cena se demora. La madre no para de remover el "guiso". La cena se demora. Sus retoños miran embelesados la nube de vapor, antesala de una rica comida. La cena se demora. Sus ojos, poco a poco, se van cerrando. La cena se demora. Al final caen rendidos. Su madre apaga el fuego y les arropa. Ha conseguido su objetivo una noche más, que se vayan a dormir sin cenar. Sin embargo, una lágrima brota de sus ojos.

01 diciembre 2006

RECORDANDO, QUE ES GERUNDIO

Madrid, años 80.
Cuando era pequeño, Pablo iba todos los sábados al mercadillo de su barrio con su madre y sus hermanos. Le gustaba ese día porque luego iban a tomar el aperitivo y podía beber coca-cola y comer patatas fritas. En casa, las coca-colas las tenían vetadas. En realidad, eran Caseras cola y estaban reservadas para las visitas. Los puestos que más odiaba eran los de ropa. Le reventaba que su madre le obligara a comprarse zapatillas de deporte de marcas desconocidas cuando él quería unas J'Hayber. Lo bueno era que en el colegio no había agravios comparativos porque todos provenían de familias que malamente llegaban a fin de mes.

Todas las tardes bajaba a la calle a jugar con sus vecinos. Como no existían los móviles, para avisarse de la convocatoria hacían ronda por los telefonillos de los portales aledaños. En el barrio había una enorme explanada de tierra que ahora se llamaría "multidisciplinar" porque allí jugaban a las chapas, al fútbol, a las canicas, se intercambian cromos. Algo más lejos podían cazar lagartijas. Él siempre subía a casa con la cara sucia, una herida en la rodilla y el pantalón roto. Como su hermano se llamaba Luis y su padre también, les apodaron los "Luisitos". Él lo detestaba.

La gran revolución llegó al barrio cuando llegaron las primeras maquinitas a los bares. Todos los chavales se pasaban la tarde alrededor de la pantalla contemplando cómo jugaba el afortunado que tenía una moneda de 5 duros. Hasta el sábado Pablo no podía jugar. Ese día su padre repartía la esperada paga.

La Navidad le encantaba. Sobre todo, le fascinaba ver la cantidad de gente que pasaba por su casa, aunque no pararan de darle besos y decirle lo mayor que estaba. Siempre recordará a su madre encerrada en la cocina el día de Nochebuena desde primeras horas de la mañana. Ese día, como no tenían cole, a su hermano y a él les daban algo de calderilla y les mandaban a la calle a comprar petardos para evitar que trasteáran a su alrededor. Ya por la tarde, bajaban a casa de una vecina a pedirle sillas porque no tenían suficientes para tantos comensales como venían. La cena era humilde en la materia prima pero muy copiosa y, servida en la vajilla buena, sabía mejor. El día de Reyes era el mejor de todo el año. Nunca le traían lo que quería pero disfrutaba de lo lindo. El corazón se le salía y se le secaba la boca cuando empezaba a romper el papel de los regalos. Cualquier cosa le hacía feliz.

***Homenaje a los tiempos pasados hoy que es 1 de diciembre, día en que se da el pistoletazo de salida al consumo desmesurado navideño.